FICHA TÉCNICA
Recorrido: Barrado – Robledal de la Solana – Barrado
Identificación: PR-CC 18
Distancia: 15,86 kilómetros
Circular: SI
Dificultad: Fácil
Tiempo total: 5 horas y 15 minutos
Tiempo en movimiento: 3 horas y media
Cota máxima: 935 metros
Cota mínima: 597 metros
Desnivel máximo: 692 metros
Recomendable con niños: Mayores de 14 años
Recomendable para inexpertos: SI
Mejor época: Primavera, Otoño e Invierno
Te asesinaron, amigo. Vilmente. Con nocturnidad y alevosía. Probaste en tu savia lo peor de la maldad humana. Hoy tu esqueleto, aún firme y apuesto, nos mira en silencio pero cargado de reproches ante la miseria del Hombre.
No respetaron tus 300 años de edad. Ni tus casi 20 metros de altura. Ni siquiera tus experiencias contempladas en esos tres siglos. Bajo tus ramas se cerraron decenas de tratos de ganado y se pagaron cientos de peonadas.
Un maldito día el peor tipejo de Barrado decidió que no quería más turistas por la zona visitándote. Prefería extender sus terrazas y multiplicar sus cerezos para ganar más dinero. Lo detuvo la Guardia Civil. Y confesó su fechoría.
Una noche del 2015 te hirió mortalmente con la motosierra realizándote 10 hendiduras en tu tronco y raíces. Luego te envenenó con el peor de los herbicidas: el glifosato.
Fuiste, eres y seguirás siendo, amigo Roble Grande de la Solana, un magnífico ejemplar de Árbol Singular. Un verdadero símbolo de Extremadura. Una bandera de la gallardía de la naturaleza.
En esta ruta suave, de 15,2 kilómetros de recorrido que nace y muere en Barrado, a caballo entre los valles del Jerte y la Vera, contemplamos las primeras nieves de los cerezos en flor.
Por fortuna la marabunta de madrileños se quedó en las zonas bajas de la comarca, a pie de nacional, turisteándolo todo, inundándolo todo a su paso.
Alejados de la muchedumbre y de los pueblos ribereños, a bastante más altitud, Isa, Pilar madre e hija, Manuel y yo pudimos disfrutar a gusto de la quietud del monte y del arrullo de los cauces de agua.
Curiosamente la parte más hermosa del sendero es su tramo más abrupto, el que tiene mayor desnivel: algo más de un kilómetro en el remate final del recorrido que asciende hasta el municipio.
Ahí, entre cerezos en flor, contemplando las terrazas en la otra ladera, con el sol de atardecer acariciándonos la cara, prometimos no volver al Jerte… ¡No volver al Jerte durante el mes de invasión turística, ese periodo de locura colectiva, esta época de atascos y caravanas en el valle!
Las cerezas picotas nos esperan a finales de mayo. Y ahí sí estaremos puntuales a nuestra cita, ¿verdad, Manuel?.