FICHA TÉCNICA
Recorrido: Piedrasecha – Ermita del Manadero – Desfiladero de los Calderones – La Santa Marta – Collado del Fito
Distancia: 14,89 kilómetros
Circular: SI
Dificultad: Fácil
Tiempo total: 5 horas
Tiempo en movimiento: 4 horas
Cota máxima: 1677 metros
Cota mínima: 1145 metros
Desnivel acumulado: 547 metros
Recomendable con niños: SI
Recomendable para inexpertos: SI
Mejor época: Primavera y Otoño
Nos desplazamos a León para conocer el desfiladero de Calderones. Iniciamos nuestra ruta más bien tarde. Aún siendo julio, el día amaneció fresquito y con amenaza de lluvia. Desde nuestro estupendo y recomendable alojamiento en Cuevas de Viñayo hasta el inicio de la ruta en Piedrasecha hay tan sólo 11 km en coche. Un paisano nos comentó que campo a través son solo unos 3 km ¡pero claro! de desnivel arriba y desnivel abajo.
El pueblo
Piedrasecha es un pueblo situado entre montañas que rebosa tranquilidad en perfecta armonía con el entorno.
Parece ser que su origen se remonta a la Alta Edad Media y, según cuenta la leyenda, debe su nombre a la lucha que mantuvieron las gentes de la zona contra el invasor musulmán. Según cuentan, al intuir que los moros querían conquistar dicho pueblo, estos bravíos montañeses escalaron los riscos más altos de las montañas a ambos lados del camino que lleva al pueblo. Cuando divisaron a los moros que venían por el camino, empezaron a lanzar piedras y fue tal el aluvión de ellas, que los sarracenos emprendieron la retirada al grito de: “¡Piedras echan! ¡Piedras echan!”. De ahí el nombre de Piedrasecha.
Bueno, es una bonita leyenda pero el origen del topónimo pudiera venir de piedra secta, o lo que es lo mismo, piedra cortada. De echo, al comienzo del valle, antes de llegar hay una gran cantera que aún parece estar activa.
Camino abierto antes del desfiladero de los Calderones
El camino va siguiendo el curso del arroyo de Los Calderones, con un camino de tierra cómodo y bien señalizado.
La primera sorpresa, a sólo unos metros, es el «fueyo«, una ladera con fuerte pendiente, sin vegetación, acarcavada y erosionada, llena de material deleznable que parece ser de hierro y pizarra, por los colores.
Siguiendo el arroyo, el paisaje es apacible, de prados y riberas feraces, de un verde intenso. Hay varias orillas en el arroyo muy apetecibles para un baño y alguna que otra cascada.
La ermita
Cada vez con el río más cerca se emboca el comienzo de las angosturas más espectaculares del cañón, casi al tiempo en el que se llega hasta la fuente del Manadero, con una curiosa inscripción de un tal Gómez, que no pudimos descifrar ni datar adecuadamente.
Tan sólo unos metros más allá se llega, justo cuando el pasillo se estrecha, a la cueva de Las Palomas. Una escalera conduce hasta la oquedad en la que la devoción popular sitúa en este paraje de lujo a la Virgen del Manadero. Seguimos su desvío, perfectamente claro gracias a los escalones de piedra que existen para acceder a la misma.
Una cueva rupestre a modo de ermita y a la que acceden decenas de personas en una romería muy conocida en la zona. Las vistas que nos ofrece la altura ganada son muy bonitas. Por aquí existen varios sectores de escalada.
El desfiladero de los calderones
Justo después de visitar la Ermita Virgen del Manadero, iniciamos el recorrido a través del Desfiladero de los Calderones. Es un Punto de Interés Geológico, ya que las rocas calizas que lo forman, se originaron por sedimentos de hace 360 millones de años, cuando la zona estaba cubierta por un mar.
La cómoda senda da paso a un estrecho y pedregoso cañón. No tiene mucha altura, pero las grandes paredes de roca flanquean todo el recorrido. Un tramo precioso y que debemos ir avanzando de piedra en piedra.
En función de la época en la que visitemos el desfiladero, puede ser que tengamos que mojarnos los pies. Como hemos ido en verano, el curso del arroyo estaba sumergido por debajo de las piedras.
A lo largo de las paredes encontramos fuertes pliegues a pequeña escala de singular belleza e interés educativo.
El Desfiladero de los Calderones es un tramo relativamente corto y pronto se va abriendo para ofrecer mayores vistas sobre la zona. Seguimos por el margen derecho del arroyo, que nos va regalando bonitos saltos de agua.
A mano derecha encontramos un cartel con información de la zona, un lugar de grandes roquedos y canchales.
La poza y Santas Martas
La siguiente parte de la ruta nos ofrece el tramo del arroyo más bonito. Encontramos una preciosa cascada y una poza en la que poder bañarse en días de mucho calor.
Más arriba desembocamos en Santas Martas, un pueblo abandonado donde apenas queda de pie una cabaña de piedra que está abierta y nos sirvió como refugio contra la lluvia a nuestra vuelta.
A partir de aquí seguimos otro riachuelo por el margen izquierda, el arroyo de Pernaliega, y es aquí donde comienza el ascenso más severo.
El collado del Fito
Seguimos una pista forestal muy cómoda y sin ninguna pérdida. Un primer desvío hacia la derecha, a lo largo de un valle, y encontramos una fuente donde se puede repostar el agua.
La pista va siempre en ascenso, y fue mágico el momento en que nos internamos entre las nubes y el paisaje se convirtió en bruma lluviosa. No vimos ni un alma, fuimos solas todo el camino gracias al tiempo que hacía.
Tras varios minutos más, llegamos al Collado del Fito (1676 metros), donde suponemos unas vistas privilegiadas que no pudimos disfrutar por la neblina.
Llegamos, intuimos las vistas y nos dimos la vuelta 🙂
La vuelta
A partir de ahora todo es bajar por la pista forestal, dando una pequeña vuelta por el lado contrario del valle, entre brezos y escobas. Durante este trayecto podemos disfrutar la magnitud del valle con el desfiladero a nuestros pies. Nos llueve y aceleramos el paso para llegar cuanto antes.
De nuevo en Santas Martas paramos a comer dentro de la cabaña que queda en pie, donde encontramos unos tajos de madera en perfecto estado y pudimos secarnos un poco antes de seguir.
“Los pastores somos muy p***s”
Justo antes de llegar de nuevo al Fueyo, al inicio de la ruta, topamos con un rebaño de ovejas guardadas por tres imponentes mastines y un border collie. Detrás venía el pastor, un chico joven con fuerte acento leonés, que nos contó cómo una senderista, en cierta ocasión, se vió envuelta entre sus ovejas y la emprendió a palos con los pobres animales, momento en que los perros la atacaron. La mujer llamó al Seprona para denunciarle, pero la autoridad le dió a él la razón, ya que el monte es de todos y los pastores tienen su licencia. La dominguera se fué lanzando improperios.
Dice el muchacho que “los pastores somos muy p***s, a veces nos escondemus detrás de las escobas y miramos a los dominguerus a ver qué hacen”. Así que ya sabes, ¡si cagas en el monte puedes estar siendo observado!
La historia recordaba vagamente a otra.
Volvimos a nuestro alojamiento mojados y tranquilos, para secarnos al calor de la estufa y cenar una sopa bien caliente… ¡en pleno julio!
[…] la roca caliza para formar este angosto paso. Conocido también como proceso karstico, como en el desfiladero de los Calderones o en el Nacedero de […]
[…] fenómeno kárstico también lo vimos con todo su esplendor en los desfiladeros de los Calderones […]